This is a Brave Rewards publisher verification file. Domain: rosarioprofunda.blogspot.com Token: 3db267d4adb002ed599e3883f7648c6fe2ab0c03fde779d873e1a4abda3f47fb

martes, 5 de mayo de 2015

La cultura de la miseria. Escuela de filosofía, Universidad Nacional de Rosario.




Cuando el libre pensar y el libre decir son perseguidos es necesario afirmar que se pretende imponer una cultura de la miseria desde la miserable concepción de nuestros gobernantes -autóctonos o extranjeros-, que derraman (y ese es el único efecto de derrame que vemos en este sistema), la miseria sobre toda la ciudadanía.

Cuando decimos miseria, lo hacemos desde su acepción amplia (disminución del otro en cualquier categoría, sea por comparación –feo, malo, sucio, apático, inculto, intelectualoide, torpe, ridículo, etc.-; o por imposición –bajos salarios, condiciones de trabajo, asignación de recursos, elitización y mercantilización de la educación y en ella formas artificiosas de evaluación que llevan a meritocracias sumisas, desnaturalización de las consultas transformándolas en consultorías situando el acto de conocimiento en juicios de eficacia, pragmatismo, etc.-; cuando decimos gobernantes también lo hacemos en un sentido amplio (políticos –dentro de ellos cualquiera que ejerza el poder-, empresarios, tecnócratas, burócratas, enciclopedistas, rectores, decanos, directores de escuelas, docentes, etc.); todo esto lleva, por ejemplo, en el área educativa a trasladar fórmulas probadas en otros campos y muy rápido realizar el hallazgo de categorizaciones basadas en una ontología fiscalizadora.

Lo que no encuadra en la cultura de la miseria es lo heterogéneo, no soporta las diferencias culturales, y su enemigo más acérrimo es la crítica; ésta la reconocemos en tanto pasemos del pensamiento como cálculo a reconocer la incalculabilidad del pensar: es decir, lo incalculable como crítica, como pensamiento que al ser ofrecido, ya no es igual a sí mismo.

Si se quiere generalizar, podemos decir que el mundo se está pauperizando, gracias a los miserables que imparten estas pautas y a todos los que las aceptan -con esto quedaría demostrada la imposibilidad para definir la cultura de la miseria por estamentos raciales, sociales y / o económicos, ya que los miserables se encontrarían en todos los estratos.

Sabemos –y los miserables también-, que mientras exista la crítica, y aún más, la crítica de la crítica; la batalla final no la habrán ganado los maestros de la cultura de la miseria, que definen la cultura de la pobreza; mientras exista la crítica nunca triunfará el concepto siniestro de globalización, y por esto último se puede poner en jaque el mismo concepto de cultura de la miseria, ya que ¿puede ser cultura algo auto destructivo?.

No seamos meros memoriosos de textos y doctrinas, desde la crítica creemos nuevas formas de análisis, no nos quedemos en la mera erudición bibliográfica, hagamos el esfuerzo de pensar, sino correremos el riesgo de ser uno más en el rebaño de miserables, hecho que puede resultar cómodo, pero, a nuestro parecer, el intelectual-erudito-cómodo no debe ser el producto de una institución como la Universidad, ya que de lo contrario se estaría entrando en la metáfora perfecta de institución, la inquisición; ésta es la única institución que hace de su ser institucional una pregunta persecutoria, un inquirir inquisitorial, que fusiona las ideas de pregunta y de tribunal. 

En “Así hablaba Zaratustra” de Friedrich Nietzsche se puede leer: “Mal agradece al maestro quién nunca pasa de discípulo”.

La imagen es de Pedro Berruguete “Saint Dominic Presiding over an Auto da fe” 1495